En
el pasado, la relación entre familia y escuela se consideraban habitualmente
desde la perspectiva de una división de funciones, planteando que la familia
era la institución encargada de la socialización de los niños y la escuela la
responsable de la enseñanza de conocimientos. Los cambios experimentados por la
sociedad han contribuido a desdibujar, cada vez más, las fronteras entre ambas
instituciones y sus funciones respectivas.
Es
un hecho que en las últimas décadas la escuela ha empezado a asumir en muchas
ocasiones aspectos de la socialización primaria que antes correspondían a las
familias No obstante, la familia y
escuela tienen el objetivo común de educar a la persona, que es única y que
necesita encontrar coherencia y continuidad entre los dos contextos.
Ninguna de las dos debería afrontar en
solitario el reto que supone la educación en nuestros días. Por ello, en estos
momentos las relaciones entre familia y escuela se plantean en términos de
complementariedad y apenas se cuestiona la necesidad de lograr una adecuada
colaboración entre ellas. Dicha cooperación deberá respetar, en todo caso, el
derecho fundamental de los padres como primeros responsables de la educación de
sus hijos.
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